El veganismo –una postura ética que no se reduce a una dieta sin carne y alimentos de origen animal (leche, queso, huevos y miel)– crece en el país. El 12 % de la población argentina se declaró vegetariana o vegana y el mismo porcentaje se definió como flexitarianos, como se denomina a las personas que bajaron exponencialmente el consumo de carne. “El veganismo es una forma de estar en el mundo en medio de la comunidad de lo viviente, en la cual se considera que toda alteridad, sea viviente humano o animal, tiene su forma de vida que hay que respetar”, subraya la filósofa Mónica Cragnolini, autora de Extraños animales: filosofía y animalidad en el pensar contemporáneo, libro por el que recibió el Premio Nacional en la categoría ensayo filosófico. La difusión del pensamiento vegano implica para la filósofa y docente “reconocer el lugar del animal como alguien que no puede ser pensado al servicio de mis necesidades”.
Vivir sin comer animales
Malena Blanco, fundadora de Voicot, movimiento artístico que realiza investigaciones en mataderos y granjas, dice que hay un crecimiento del veganismo porque “empezamos a percibir en nuestros cuerpos de qué se habla cuando hablamos de cambio climático” y destaca cómo ver que hay lugares donde no hay árboles y se quema todo no es algo que aparece sólo en las noticias. “El cambio climático es las temperaturas que vamos a vivir de más de cuarenta grados como nunca antes en la historia”, advierte la fundadora de Voicot. “Estamos terminando con el mundo, estamos llevando a nuestra especie a su propia extinción”, lamenta Blanco y menciona que la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que “podemos vivir sin comer animales”, aunque instituciones funcionales al sistema capitalista necesitan seguir reproduciendo falsedades. “No hay nada más sano que comer de manera vegana; el consumo de animales es el principal responsable de todas las enfermedades que conocemos”, resume Blanco y observa que es interesante ver cómo hay personas más interesadas en cuestionar lo que come un vegano y no se preocupan por lo que comen ellos. “Hay que empezar a cuestionar qué es lo comemos, independientemente de que sea vegano o no. Llamamos comida a animales torturados, llenos de hormonas y antibióticos”.
Juan Esteche, nutricionista vegano, activista socioambiental y antiespecista, aclara que uno de los mayores mitos a erradicar sobre una alimentación 100% vegetal plantea que carece de varios nutrientes, como por ejemplo proteínas, hierro, calcio, y que pone en riesgo la salud humana. “Estos mitos, cuando son repetidos por profesionales de la salud infundiendo miedo, deberían considerarse mala praxis, ya que todas las organizaciones de nutrición del mundo avalan esta alimentación para cualquier etapa de la vida”, explica Esteche y agrega: “En un país de tradición ganadera, y con muchos intereses económicos en juego, lamentablemente no está en las políticas públicas hablar de los beneficios de una alimentación vegana. Quienes inundan los hospitales con enfermedades crónicas, vesículas repletas de cálculos, hipertensión, hipercolesterol, diabetes 2, infartos o ACV no son veganos”.
Contra la explotación
“El capitalismo tiene una gran astucia para reconvertir todo aquello que representa una negatividad en nuevas formas de desarrollo productivo –reflexiona Cragnolini–. Si el veganismo representa una crítica muy fuerte a las formas de explotación de los animales para la alimentación, la vestimenta y distintos productos, el veganismo, que sería la resistencia, termina siendo utilizado por el mismo capitalismo y se convierte en una forma de producción diferente”. ¿Es más costoso ser vegano que no serlo? “Para mí es menos oneroso ser vegana”, afirma la filósofa. “El veganismo es una crítica al capitalismo porque cuestiona el modo en que explota a los animales, no solo para la industria alimentaria y la vestimenta, sino también para la industria del entretenimiento y la experimentación científica. El hecho de pensar que el veganismo es una cuestión de esnobismo o de gente que tiene altos ingresos implica sacarle toda su fuerza crítica. Una de las fake news respecto al veganismo es la que dice que es muy caro ser vegano, cuando es mucho más oneroso ser carnívoro”, compara Cragnolini.
Esteche coincide. “A ningún paciente jamás le he dicho que compre yogur o leche vegana, ni crema de castañas de cajú, son productos caros, procesados, pero no esenciales. Es decir que podemos llevar una alimentación súper completa, saludable y económica comiendo cereales (arroz) y legumbres (arvejas, lentejas) sueltas, frutas y verduras. Incluso a una familia de bajos ingresos le convendría llevar esta alimentación vegana sin procesados. ¿Cuánto cuesta el queso de vaca y la carne en comparación con las legumbres y semillas? No hay duda de que la opción vegetal es más económica”, confirma el nutricionista vegano. “La alimentación basada en vegetales es un derecho para todos y todas, y es una de las herramientas para enfrentar la crisis civilizatoria que atravesamos. Necesitamos que la gente se empodere con el conocimiento. Por eso he decidido brindar este conocimiento a grupos numerosos todas las semanas, y sin costo alguno para quien no tenga un centavo o tenga complicada su economía. Al egoísmo y avaricia de los otros se le gana brindándose con amor y con la verdad. El mundo está jodidamente mal. No hay tiempo que perder”, concluye Esteche.