Este contenido fue publicado el 31 enero 2022 – 09:00
En medio de la creciente inquietud sobre la capacidad del mundo para producir suficientes alimentos para un planeta asolado por el cambio climático, la edición del genoma se ha promocionado como una potencial solución. Sin embargo, el obsoleto sistema de patentes existente amenaza con sofocar este potencial y acrecentar el poder de las multinacionales.
Durante más de 10 años, los científicos de Syngenta Group, basada en Suiza, trabajaron para desarrollar una variedad de col resistente a las plagas, capaz de ser cultivada en climas cálidos y secos, y que requería menos nitrógeno para crecer, con el consecuente beneficio que esto supone para la tierra. Esta hortaliza, del tamaño de una pelota de baloncesto, fue creada además para producirse muy cerca de la superficie de la tierra, con objeto de facilitar el trabajo de los agricultores.
En exhibición en el escaparate anual de las más recientes innovaciones de Syngenta, celebrado el otoño pasado, esta col “resistente a la intemperie” se sumó a otros novedosos vegetales de diseño, como las judías verdes “resistentes a la roya”, los llamados tirabeques o las lechugas “hoja de hamburguesa”, que se mantienen crujientes y frescas aun después de ser aplanadas por una hamburguesa caliente y el pan correspondiente.
Pero las firmas de tecnología agrícola como Syngenta, ahora propiedad de la empresa estatal china ChemChina, ya no ven la necesidad de pasar años desarrollando nuevas variedades de hortalizas utilizando métodos de cultivo convencionales, que implican cruzar dos plantas durante varias generaciones. Ahora prefieren utilizar sistemas tecnológicos como el CRISPR-Cas9, que incluyen una herramienta de edición del genoma que permite alterar el ADN de los vegetales y otros cultivos, añadiéndoles rasgos beneficiosos y eliminando los que son indeseables, para obtener exactamente el producto que desean. Una tecnología que podría reducir el tiempo de producción de nuevas variedades hasta en un 75%.
“La edición del genoma tiene un gran potencial futuro en lo relativo a la producción de semillas que podemos desarrollar”, dijo a SWI swissinfo.ch Charlie Baxter, jefe de características y regulación global de semillas de Syngenta. “Debemos reconocer que si vamos a alimentar a un planeta en crecimiento y deseamos hacerlo de forma sostenible, necesitaremos nuevas tecnologías”.
Aunque una oferta pública inicial (OPI) en la bolsa de valores de Shanghái está en curso, la empresa ha optado por la discreción con respeto a sus planes. Pero un portavoz expresó a SWI que el grupo invierte en tecnología de edición del genoma en países como Estados Unidos y China para cambiar el contenido nutricional, aumentar los rendimientos y mejorar la resistencia a plagas y enfermedades en múltiples cultivos.
Con cada nuevo rasgo creado, Syngenta y muchas otras grandes compañías de semillas acumulan patentes, lo que les concede el derecho a excluir a cualquier otra persona de la reproducción, uso venta o distribución de su invento. Un tipo de desarrollo que enciende focos rojos entre muchos expertos en fitomejoramiento y activistas de los derechos de los agricultores porque temen que esto destruya el mercado mundial de las semillas porque deja fuera de juego a los pequeños jugadores y anula los esfuerzos de innovación.
El auge de las patentes
La introducción de herramientas como el CRISPR-Cas9 en el sistema alimentario es un tema de conflicto en buena parte de Europa porque los reguladores se plantean cómo deberían regularse. En el centro del debate están los riesgos ambientales y de seguridad, y si las plantas cultivadas con tecnologías de edición de genoma tendrían que ser clasificadas como Organismos Genéticamente Modificados (OGM), un tipo de cultivo que ha sido claramente prohibido, o fuertemente limitado, en la agricultura de la Unión Europa y de SuizaEnlace externo durante las últimas dos décadas.
Hasta ahora, Suiza se ha apegado a los principios de los reguladores de la UE, clasificando las semillas editadas con genoma a partir de la regulación de los OGM. Pero las opiniones están cambiando: un estudioEnlace externo de la Comisión Europea, publicado en abril de 2021, sugiere una actualización de la legislación que refleje los avances en las técnicas del genoma, y en diciembre pasado, una cámaraEnlace externo del Parlamento suizo votó a favor de excluir la edición del genoma de la prohibición de los OGM.
Si la tecnología avanza y más gobiernos permiten la edición del genoma, el 50% de las nuevas variedades de semillas comercializadas en el mundo tendría al menos un rasgo del genoma editado en los próximos 20 años, anticipa Michael Kock, abogado de patentes y otrora responsable del área de propiedad intelectual de Syngenta durante casi una década. Todas las semillas con estas características quedarían cubiertas por alguna patente.
De hecho, la edición del genoma ya ha llevado a un aumento exponencial en el número de patentes a pesar de que solo se han lanzado al mercado dos productos alimenticios con genoma editado: un aceite de soja y un tomate. Kock estima que la mitad de todas las solicitudes internacionales de patentes de plantas presentadas en 2021 involucraron aspectos relativos a la edición del genoma.
Según IPStudies-Centredoc, una firma de análisis de patentes con sede en Suiza, el mundo pasó de 21 familias de patentes de plantas utilizando el sistema CRISP con patentes por concepto de invención en 2012, a más de 2000 en el año 2021. Dentro de cada familia de patentes, puede haber docenas de patentes operando en diversos países. La mayoría se encuentra en China y Estados Unidos, pero hay otras 700 diseminadas en otros países.
Un efecto paralizador
Un cambio radical que tendrá profundas implicaciones en el futuro de los alimentos que consumimos porque significa que cualquier característica nueva, como la resistencia a la sequía o el tamaño de la hoja, puede patentarse siempre que el cambio genético no exista ya en la naturaleza. A medida que la edición del genoma permita cambios más precisos en el genoma de una planta, aumentará la cantidad de nuevos rasgos.
Y no son solo los rasgos se pueden patentar. Los nuevos métodos de mejoramiento, las secuencias genéticas y, en algunos casos, incluso productos como la cerveza elaborada con cebada con genoma editado, podrán patentarse. La obtención de nuevos vegetales también puede estar cubierta por otras formas de protección de propiedad intelectual (ver recuadro).
Este tipo de protección debería alentar la investigación sobre semillas nuevas y más útiles, al brindar a los inventores formas de recuperar su inversión. De hecho, desde el advenimiento de los OGM y la biotecnología en la agricultura, las patentes se otorgan cada vez con más frecuenciaEnlace externo.
Pero no solo se espera que se transforme el número de patentes. Lo hará también el fitomejoramiento, que es el proceso que permite tomar una semilla y cruzarla con otra, de modo que el mismo germoplasma pase a la siguiente generación de semillas. Así, y a medida que la edición del genoma acelere la innovación, las patentes se acumularán, una tras otra, y se superpondrán con mayor frecuencia.
En un artículo publicadoEnlace externo a fines del año pasado, Kock, actual asesor independiente de la industria de las semillas, advierte que esta superposición de patentes podría generar un “efecto paralizador” en la innovación.
“Si una misma semilla está cubierta por 8 o 10 patentes, será muy difícil para los obtentores (especializados en el mejoramiento y la reproducción de semillas) y para los agricultores negociar regalías ya que habrá múltiples propietarios de las patentes”, dijo Kock a SWI. Los obtentores deberán obtener varias licencias para comercializar su nueva variedad, lo que se torna complicado y costoso porque estos expertos suelen pagar un porcentaje de las ventas al propietario de la patente.
“Necesitamos pues encontrar una manera de hacer que la innovación sea accesible, sin desperdiciar los incentivos para crear la próxima generación de innovación”, dice Kock y añade que debe realizarse una revisión fundamental en el sistema de propiedad intelectual.
¿Amenaza o beneficio?
Los agricultores han practicado el fitomejoramiento durante miles de años en busca siempre de productos con las características más deseables, por ejemplo, mayor rendimiento, resistencia a las plagas, mejor sabor, etc. Hoy en día, los campesinos y granjeros siguen involucrados, pero la industria está dominada por empresas.
Esa lista de empresas está encabezada por grandes y acaudaladas multinacionales como Syngenta, la estadounidense Corteva Inc. (anteriormente la división agrícola de DowDuPont) o Bayer AG, que compró a su rival Monsanto en 2018. Las tres citadas son parte de las 10 empresas de semillas más grandes del mundo que, gracias a las fusiones y adquisicionesEnlace externo, se estima que controlanEnlace externo actualmente al menos 70% del mercado global.
Los defensores de los derechos de los agricultores y los pequeños obtentores temen de forma creciente que los inevitables avances hacia una agricultura en donde todo se patenta solo consiga concentrar aún más el mercado de las semillas en manos de los grandes consorcios.
“El problema no es únicamente la tecnología en sí misma, son también las relaciones de poder y el sistema agrícola industrial que están detrás”, dice Simon Degelo de Swissaid, quien es activista por los derechos de los obtentores y agricultores a pequeña escala en los países más pobres. “Los agricultores deberían poder elegir (libremente) las semillas que quieren y reutilizarlas si consideran que es lo mejor para ellos”.
Se suponía que el sistema CRISPR-Cas9 democratizaría la innovación porque permite una manipulación genética de las plantas más barata y sencilla. Pero toda la protección a la propiedad intelectual excluirá a otros del mercado porque hace más costoso y difícil para los agricultores y productores de semillas la reutilización de estas, esgrime Mariam Mayet, directora del Centro Africano para la Biodiversidad en Johannesburgo, Sudáfrica.
Monika Messmer, científica sénior del Instituto de Investigación de Agricultura Orgánica de Suiza, comparte esta preocupación. “Cuando se lanzan nuevos cultivares en Europa (término que describe a las plantas que han recibido mejoras en algunos de sus rasgos), los obtentores aún pueden beneficiarse del progreso de otros y toda la comunidad mejora debido a la exención en la protección de variedades vegetales de la que gozan estos mejorados de semillas los mejoradores de semillas. Pero ahora, esto es amenazado por las patentes porque ya no será posible tomar (el conocimiento de otros) para mejorar tus propias semillas”.
Mayet teme que fluya mucho más dinero hacia cultivos importantes como el maíz y la soja, y hacia rasgos como la resistencia a los pesticidas, donde las perspectivas de ganancias son mayores.
“No deberíamos simplemente contentarnos con preguntar si esta tecnología es segura y ponerla en marcha. También debemos preguntarnos qué beneficio aporta a la sociedad”, dijo Messmer a SWI. La experta considera que las empresas deberían ser obligadas a compartir el material genético que obtienen a través de bancos de genes que puedan ser utilizados por otros.
Euroseeds dijo a SWI que alienta a las empresas a otorgar licencias de rasgos patentados, pero aclara que es una “decisión comercial individual” qué y cómo licenciar algo.
“Las empresas de semillas tienen éxito porque saben lo que hacen y ponen mucha experiencia en el desarrollo de nuevos productos”, dice Baxter. “Si no funcionaran, la gente no compraría nuestras semillas. Estamos tratando de hacer algo bueno para los productores. Y el mercado está abierto a la competencia”.
Edited por Nerys Avery
Traducido del inglés por Andrea Ornelas
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