El origen del consumo de la cerveza en el mundo es un tema muy debatido entre los historiadores de la alimentación. Se apunta su origen al final del cuarto milenio antes de Cristo, siendo los descubridores y primeros consumidores de la bebida fermentada los sumerios procedentes del sur de Babilonia.
La cerveza se extiende por Europa gracias al Imperio Romano, que consideraba la bebida como propia de los pueblos bárbaros; es decir, de un orden inferior al vino. La historia de la cerveza en España comienza con los pueblos íberos y era de consumo muy habitual. Su denominación primitiva era ‘caelia’. Pero la cerveza siendo popular en los pueblos celtíberos, pasa por dejar de serlo durante el periodo de romanización del territorio, cediendo su protagonismo al vino.
En España, con el advenimiento de la corte flamenca de Carlos I y de Felipe el Hermoso, llega la cerveza procedente de los países del norte de Europa. Carlos I entra en España en 1517 a la edad de diecisiete años acompañado de una corte flamenca con gustos procedentes del norte de Europa. La cerveza más popular empleada en esta época era la lagerbier , y su uso era exclusivo para el servicio de los componentes de la Corte de los Austrias. Siendo mayor el emperador Carlos I, en su retiro del Monasterio de Yuste es conocido que se hacía servir su cerveza favorita denominada Mechelschen Bruynen, importada desde Flandes.
Con el devenir de los siglos se olvida su consumo en la Península, y prácticamente en el siglo XVII apenas hay referencias de su uso cotidiano. Su segunda fase de popularidad se remonta a mediados del siglo XIX, cuando se comienza a industrializar en toda Europa y a comercializar como bebida popular.
Anteriormente al siglo XIX existieron iniciativas cerveceras puntuales y aisladas en diferentes puntos de la geografía española, pero no será hasta mediados del siglo XX cuando las mejoras tecnológicas productivas en conjunción con otros fenómenos sociales (principalmente con la aparición del fenómeno del turismo), hacen que se convierta en una bebida popular de consumo frecuente.
La cerveza no debe ser considerada como una bebida monolítica de una única receta, y de hecho las sociedades con tradición cervecera muestran una amplia gama de tipos de cervezas (Alemania posee más de quinientas variedades). La cerveza en España, por haber sido introducida en una época concreta y no desde la tradición de los hogares, como en otros países cerveceros, se desarrolla en los entornos urbanos, siendo su popularidad inicial muy escasa en los medios rurales.
Es precisamente esta evolución en la demanda de cerveza la que lleva a España a ser el segundo país productor del mundo, solo superados por República Checa. Aún con toda la historia que tiene tras sí, los españoles casi consideramos la cerveza como bebida refrescante, no tenemos cultura cervecera aunque bebemos de media unas 417 cañas al año por habitante.
Manual del buen cervecero
Mahou, Estrella Galicia, Alhambra, Cruzcampo… En esto de la cerveza no somos bipartidistas, sino que tenemos el corazón muy dividido y cada uno defiende la suya como si se trata de un equipo de fútbol. Si pide una en cualquier bar, es bastante probable que vaya en el típico vaso de caña o en una jarra de cerveza. Pero si quiere disfrutar de la experiencia en todo su esplendor, hay algunas cosas que debería tener en cuenta y que casi todos hacemos mal (sin saberlo).
- Beber a morro. Ni litronas en el parque ni tercios a morro en el bar ni beber en la lata como si de cualquier refresco se tratara. ¿Por qué? Porque se pierde parte de la experiencia organoléptica. La cerveza tiene una amplia gama de aromas, sabores y tacto en el paladar que se pierden si no la servimos en un vaso.
- Servirla con cuidado. Si lo hace muy rápido o muy despacio se producirá un exceso o un déficit de espuma, que además tiene su función: proteger el líquido de la oxidación. Debe colocar el vaso en 45º y servirla sin meter el morro de la botella en el vaso. Una vez que hemos llenado las tres cuartas partes, colocamos la copa en vertical y volcamos lo que quede a una mayor altura para que se forme la espuma.
- Temperatura. En España nos gusta fría. A veces incluso recién sacada del congelador, pero ojo, porque no todos los tipos de cerveza debe beberse a la misma temperatura. Podríamos resumir la regla en: cuanto más oscura y más alcohol, mayor temperatura. Así, la rubia debe beberse entre cinco y ocho grados y la negra a unos ocho o doce grados.
- No congelar el vaso. La escarcha puede afectar la cerveza e incluso aguarla un poco.
¿En qué vaso debemos beberla? Aquí ya empieza lo complicado. Aunque lo ideal es tener diferentes tipos de vasos según la cerveza que vaya a beber, en caso de duda use siempre una copa estándar, como la del vino blanco.
El vaso pilsen es bastante versátil y en él puede beber diferentes tipos de cervezas ligeras y suaves, como las lager y las pilsener. Mantienen el sabor y el aroma del lúpulo. El vaso de tubo facilita la formación de espuma, potencia la malta y el lúpulo y concentra el sabor.
El vaso de Pinta es de forma cilíndrica y simple, se va ensanchando a medida que sube. También es uno de los vasos icónicos de los pubs ingleses, ya que favorece que se forme la espuma espesa y consistente. Las jarras son las reinas de los bares, casi o más que las pintas. La espuma se va rápido, ayudan a mantener la cerveza fría y son el vaso estrella de cervezas alemanas tipo lager como las del famoso Oktoberfest.