Decía Freud que las casualidades no existen, y en esta batalla que el Gobierno de España está librando contra el mundo rural cada vez son más los hechos que avalan la teoría freudiana. No es casualidad que el Gobierno recorte las ayudas al sector primario, o que ponga todo tipo de problemas a la ganadería extensiva, como la prohibición de control del lobo y, en paralelo, de la cría de mastines para proteger los rebaños. No es casualidad que se limite la disposición de agua, a pesar de ser fundamental para la rentabilidad de las explotaciones y, por tanto, para la incorporación de jóvenes y mujeres al mundo rural y luchar contra la despoblación. No es casualidad que se recorten las ayudas, que se suban los impuestos, que se incrementen los costes o se multipliquen los ataques a su reputación.
Lo que ha hecho el señor Garzón no es casualidad; y menos aún lo es que lo haya hecho en ‘The Guardian’ y hablando mal de su país. No se insulta a gente honesta y trabajadora (ganaderos, veterinarios, ingenieros, empresarios, etc.) desde el Gobierno de España por despiste, como tampoco son casualidad las reuniones de Sánchez con filántropos de referencia que abanderan las campañas contra la carne, los mismos cuya fundación recibió una inyección del Gobierno de España de 125 millones, tras un encuentro con nuestro flamante presidente en plena pandemia.
Es evidente que no es un debate sobre la salud. La proteína animal es necesaria en toda dieta que pretenda ser equilibrada y saludable, fundamentalmente en el desarrollo infantil. Tampoco se trata de un asunto de bienestar animal, ni de calidad, ni de tamaño de las explotaciones, que nada tiene que ver una vez que se cumplen las normas establecidas, tal y como ha aclarado el comisario europeo del ramo. Si se quisiera cambiar, la herramienta la tiene el Gobierno. Tampoco es un problema de impacto de la ganadería en el medio ambiente —solo el 5,8% de las emisiones mundiales proviene directamente de la ganadería, y de ellas el 80% de países en vías de desarrollo— si lo fuera, lo razonable es que se invirtiera y se tratara al sector primario como al resto de sectores económicos a los que se pide una reconversión o transición verde, con nuevas inversiones de los fondos europeos.
Nada es por casualidad. No hace falta más que interesarse un poco por el tema para descubrir en la red que hay un grupo de grandes magnates, agrupados en una suerte de sociedad filantrópica protectora de animales, que se está preparando para hacer lo que deberíamos estar haciendo en España, atender el incremento de demanda mundial de cereales y productos cárnicos previsto por la FAO. Para ello, han comprado miles de hectáreas y miles de cabezas de ganado en el continente americano, incluso alguno participa en empresas que se dedican a la clonación de animales.
Lo curioso es que sea la misma sociedad que en Europa apoya con cuantías millonarias entidades dedicadas a acabar con la producción ganadera, confundiéndolo interesadamente con la conservación del medio ambiente o vinculándolo a la salud o al bienestar animal. Entidades cuyo único objetivo y actividad es difundir y fomentar el animalismo, el veganismo, la lucha contra el consumo de carne y los ataques a la ganadería y a las industrias cárnicas, generando una corriente de opinión pública y publicada en la población, fundamentalmente entre los jóvenes del entorno urbano, contraria a las principales actividades del mundo rural: la agricultura y la ganadería.
Se trata de los mismos que están impulsando y financiando la construcción de fábricas de carne de laboratorio en Europa y España
Con una simple consulta en internet, podemos ver, casualmente también, que se trata de los mismos que están impulsando y financiando la construcción de fábricas de carne de laboratorio en Europa e incluso también en nuestro país, con el apoyo del Gobierno de España. Para estos proyectos sí hay fondos, aunque no imagino un producto ni más artificial, ni más ultraprocesado ni menos saludable, ni conozco fábrica que funcione sin producir emisiones a la atmósfera.
Son demasiadas las dudas y demasiado graves los hechos como para no ver una clara e interesada estrategia del Gobierno contra el mundo rural español. No perdamos de vista el persistente interés del Gobierno en que cambiemos nuestros hábitos alimenticios, quizá como paso previo hacia ese cambio de modelo productivo que persigue. Ya vimos cómo al impuesto al azúcar le siguió una campaña acusando a la industria agroalimentaria de provocar la obesidad infantil, y con ello de tutelaje y de control de la información en medios de comunicación. Al mismo tiempo, para perplejidad de propios y ajenos, se promovió el sistema de etiquetado NutriScore, que considera más saludables las bebidas azucaradas que el queso, el jamón o el aceite de oliva virgen.
Con todo, lo más burdo ha sido el episodio de la carne, con origen en las declaraciones de Pedro Sánchez en la presentación de su agenda 2050, a las que le siguieron una campaña contra su consumo, ‘Menos carne más vida’, y un recetario de cocina que recomienda comer barato, vegano y productos curiosamente producidos en países terceros.
Y como colofón a todo ello, el bochornoso espectáculo gubernamental que hemos vivido el último mes con todo el Gobierno contra la industria ganadero-cárnica, tras el cual hay un gran negocio y dinero, mucho dinero, asociado a ese aumento previsto en la demanda de carne y cereal en países terceros en vías de desarrollo.
Es sencillo pensar que hay una gran oportunidad y que, si no la aprovechamos nosotros, otros lo harán, posiblemente aquellos que han hecho acopio de parcelas y ganaderías en países con menores controles y que son el origen de ese 80% de las emisiones ganaderas totales en el mundo.
Lo que cabría esperar de un Gobierno normal en estos momentos sería una gran apuesta por el sector aprovechando los nuevos fondos europeos como ha hecho Francia, impulsando la modernización de la agricultura, aumentando la eficiencia de cada hectárea con la instalación de nuevos regadíos, apoyando instalación de nuevas industrias en nuestros pueblos, que generen empleo y valor añadido de toda la cadena alimentaria y así aprovechar ese nuevo espacio que se abre para dar impulso a nuestro medio rural. Cuesta entender por qué el Gobierno de España ha hecho justo lo contrario: asfixiar al campo, liquidar la ganadería desprestigiándola internacionalmente e invertir en esas fábricas que, auspiciadas por los grandes magnates, crearan proteína de laboratorio convenientemente manipulada con impresoras 3D para ofrecer productos totalmente sintéticos y artificiales bajo la apariencia de carne.
Es evidente que, de este modo, se acelera y se fuerza la implantación de una ideología y un modelo de negocio con un tremendo entramado económico detrás que, para lograr sus objetivos empresariales, necesita provocar un cambio radical en nuestros hábitos alimenticios. No es solo ideología, no es torpeza, no es protección del medio ambiente, ni de los animales, ni mucho menos de nuestra salud. Es dinero, mucho dinero lo que hay detrás de la eliminación de la industria cárnico-ganadera en España y en el mundo.
*Milagros Marcos Ortega, portavoz de Agricultura del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso y exconsejera de Agricultura en la Junta de Castilla y León.