Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24 [email protected]
“El futuro llegó hace rato, todo un palo ya lo ves”. Frase de una canción inolvidable de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota que bien podría darle inicio a esta crónica. Es que hoy nos dedicaremos justamente a ciertas consecuencias de ese “futuro”.
El celular, la computadora y el televisor, entre otros dispositivos, se han convertido en elementos indispensables para la vida tanto de jóvenes como de adultos. De eso no hay dudas, las pruebas abundan. Pero la dependencia que generan afecta negativamente la salud.
Días atrás, LA BRÚJULA 24 publicó los resultados de un reciente estudio de la empresa HDM Global, que detalla que el uso de smartphones en la última década aumentó en un 90%. Eso hace que lo activemos un promedio de 142 veces al día. Es decir, pasamos unas 18 horas y 12 minutos semanales mirando su pantalla. Una locura.
Ese desmedido uso de los celulares llevó a que especialistas, psicólogos y psiquiatras de todo el mundo reflexionen sobre prácticas que algunos denominan “tecnopatías”, entre las que se encuentran las siguientes:
- Phubbing: Ignorar el entorno por concentrarse en la pantalla. Al español, la palabra se traduce como “ningufoneo”, un neologismo que apareció en 2009 cuando se popularizaron los teléfonos inteligentes.
- Vamping: Pasar la noche en vela mirando el celular. El término proviene del inglés vampire (vampiro) y texting (envío de mensajes).
- Nomofobia: El terror a perder la conexión. Se la considera una de las “enfermedades” del siglo XXI. Uno de sus síntomas es la ansiedad desmedida.
Javier Lombardi es vocero y mentor educativo de la ONG Argentina Cibersegura, una organización sin fines de lucro que busca crear un espacio digital más seguro a través de actividades de concientización destinadas a distintos públicos. Y por supuesto, algo sobre el tema de esta nota, sabe.
“Hay tres ideas al respecto de por qué se crea una adicción. Una tiene que ver con el tipo de dispositivo como factor de riesgo. La pregunta para hacerse es si este atractivo digital en comparación con el entorno real o físico, es tan grande. También a nivel de factores de riesgo de la persona, del individuo, uno se podría preguntar si esa persona se hace adicta por la falta de herramientas para aprovechar el entorno físico. Y por último, el entorno mismo como factor de riesgo. Ese sería un primer acercamiento”, consideró.
En contacto con La Brújula 24, el especialista analizó el panorama completo. Aquí, sus conceptos:
Cuándo se habla de adicción
“Creo que hay una línea divisoria, uno puede hablar de adicción cuando esta actividad se prioriza por encima de otras, también cuando esta conducta aumenta a pesar de las consecuencias negativas que atrae y las personas pierden el control sobre la actividad”.
“Básicamente cuando interfiere en la vida diaria. Uno ve deterioro en el funcionamiento personal, familiar, educativo, ocupacional. Alguien que no se levanta a la hora que tiene que cumplir con un compromiso porque se pasó toda la noche en las redes sociales, por ejemplo”.
Indicadores
“Cansancio físico y mental, baja motivación, alta emotividad expresada, repentinos cambios de humor, baja tolerancia a la frustración, la desatención en otras áreas, la abstinencia. Cuando no tengo conciencia del problema y quizás los otros me lo hacen notar, y por supuesto la evasión de la realidad”.
¿Cómo prevenir?
“Lo más importante es crear conciencia e informar, tratar de generar un temor sano al respecto. Tiene que haber un límite para poder traer al consciente esta situación, saber en qué momento y lugar estoy. Todo el día jugando a las cartas no está bien, o andando en bicicleta. Hay que regular el uso de todo siempre. También es interesante qué estilo educativo tenemos. Algo muy importante, mientras van creciendo las personas, es ir tratando de sustituir el control por la confianza. Y algo fundamental es la comunicación no violenta de cualquier situación y cómo logramos empatizar con el otro”.
Pautas para padres y madres
“Definitivamente, ser modelos, ejemplos. Tiene que ver también con empezar a reconocer como personas adultas que nosotros tenemos conductas desajustadas”.
“Utilizar los dispositivos de qué forma y momento, como me gustaría que lo hicieran mis hijos. También es importante no regular el estado de ánimo con las pantallas, eso genera un círculo de recompensa que las plataformas ya tienen. Ahí hay que empezar a reconocer a ese menor que tengo que acompañar y educar”.
“Y otro aspecto importante tiene que ver con ese primer dispositivo y planificar en qué momento se lo vamos a dar a un niño o niña. Si estamos preparados nosotros a nivel de conocimiento, si lo están ellos para poder gestionar experiencias que si o si van a vivir. Fundamentalmente hay que ir generando conciencia en cuanto a los riesgos de habitar espacio digital. Hay muchas situaciones de riesgo que hay que tener en cuenta y por eso es importante hablar sobre el tema”.